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El síntoma colombiano - Edición 207

​Juliana Londoño Noreña - Juliana.londono9@gmail.com


¿Electrocutarías a un extraño si Hitler te lo pidiera? Ahora mismo cada uno debe estar pensando "esto no es Alemania, eso fue hace mucho, yo soy una buena persona". Sin embargo, la caída de Colombia en el índice mundial de corrupción y sus grandes escándalos sugieren que no estamos tan alejados de tal perversión.

Nos gusta pensar que la línea entre el mal y el bien está definida y que nosotros hacemos parte de los héroes de la historia. Hobbes decía "el hombre es un lobo para el hombre" mientras que Rousseau por otro lado pensaba "el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe." En un punto medio se ubica Saramago expresando que "el ser humano no es ni malo ni bueno. Son las circunstancias". Entonces, ¿por qué los buenos se vuelven malos?

Para estudiar la pregunta inicial del texto, Stanley Milgram, psicólogo de Yale, diseñó un experimento en el que puso a 1000 personas en una situación análoga para ver qué harían. Ocultó las verdaderas intenciones del estudio diciendo que su objetivo era estudiar la memoria, para el cual necesitaría que una persona de su equipo tomara el papel de aprendiz y otra del común el de profesor. A la primera la ataban a una silla que proporcionaba descargas eléctricas falsas y a la segunda, quien desconocía que las descargas eran ficticias, la ubicaban en otra habitación. Allí la autoridad del laboratorio, un investigador en bata blanca, le ordenaba que su trabajo era darle material de aprendizaje al educando para que lo memorizara, si este lo hacía bien debía darle un premio, de lo contrario, debía castigarlo hundiendo el botón de descarga de choque.

Estas electrocuciones empezaban con 15 voltios y subían hasta un máximo de 450 voltios mortales. Un grupo de psiquiatras predijo que solo una persona, la sádica, llegaría hasta aquel nivel letal. Para la sorpresa de todos más de 600 personas llegaron a aplicar el máximo de 450 voltios, aunque el aprendiz gritara en el transcurso del experimento. En otra versión del estudio, donde los profesores podían ver a otra persona de su mismo cargo llegar a 450 voltios primero que ellos, subió el número de personas "sádicas" de 600 a 900.

Así Milgram probó cómo las personas buenas pueden volverse malvadas al obedecer ciegamente a la autoridad, apagando su moralidad cuando la responsabilidad reposa en otro que les afirma estar en lo correcto. De igual manera probó cómo la maldad tiene que ver con un ejercicio del poder que se acrecienta con el fenómeno grupal. Entonces, ¿estaría diciendo que Rudolf Höss, comandante de Auschwitz y director de millones de exterminios, fue un inconsciente que no sabía lo que hacía y solo seguía órdenes respaldado por un grupo?

Ese no es el punto final, Phillip Zimbardo, escritor del libro "El efecto Lucifer" tiene algo que añadirle a las eventualidades ya descritas. La transformación hacia la maldad se explica por una dinámica de factores: la personalidad del individuo, las circunstancias y el sistema político y cultural que las sostienen. De esta manera el sistema crea las situaciones que corrompen a los individuos. Es decir, la reactividad emocional de Höss, su orfandad, su experiencia en la guerra mundial y en prisión, más la educación nazi hipernacionalista que recibió, fueron los factores que le otorgaron su fama. De esta manera un granjero alemán que alguna vez quiso ser sacerdote, se convirtió en uno de los asesinos más grandes de la historia.

He aquí los fundamentos del síntoma colombiano, personalidades y circunstancias perversas mantenidas por un sistema perverso. Si fueran solo las circunstancias, por ejemplo de necesidad, Samuel Moreno y su carrusel no habrían tenido ni la más mínima disculpa para causar el daño que hicieron. Estamos ante una perversión cultural de mentirosos calificados, una sed de poder insaciable, normas sociales corrompibles que se acompañan de una alta desinformación con complicidad y silencio. Pero más allá, estamos ante la presencia de seres llenos de odio, donde no hay cabida para la compasión ya sepultada por   la envidia. Lo más preocupante no es eso, sino la adecuación de los ciudadanos, en vez de actuar para cambiar al ambiente, hemos transformado nuestro ser para adaptarnos a él, las altas dosis de mal en el país ya no alarman, se normalizado.

Normal que en Colombia el máximo dirigente que lucha contra la corrupción fuera capturado por corrupto. Normal que un presidente robe unas elecciones y ejerza su mandato. Normal que una EPS se embolsille 400 mil millones de pesos de la salud de los ciudadanos, ah sí y que se gaste un pedazo en viajecitos. Normal que una comisionista financiera deje a más de 1000 familias afectadas. Unos dirán, "al menos nos queda el fútbol" y tendré que corregirlos, porque normal también es que los más grandes dirigentes del deporte colombiano estén envueltos en los escándalos de la FIFA. Y para rematar, más común aún es la cultura del chisme, se sabe de todo pero no se confirma nada, por eso también es normal que la mayoría de estos casos sigan abiertos por más de 10 años a falta de "pruebas".

La corrupción es evidente en toda la cadena, ninguno actuó aislado, no son solo son unas cuantas personas desviadas o en una maquinaria inconsciente de un seguimiento a la autoridad, es una condición social a resolver. Si lo que consideramos importante nos impulsa a tomar decisiones, entonces ¿qué es lo que valora un colombiano?

Ahí está la clave, los valores están pervertidos, se encuentra más valor en jugársela a la justicia que en ejercerla. Zimbardo propone el heroísmo como antídoto a la maldad, promoviendo la imaginación heroica en la educación. El error está en que la mayoría percibe a los héroes como la excepción y los niños los ven como seres con poderes sobrenaturales. En el experimento de Milgram cuando los profesores veían a otros rebelarse al estudio (ser héroes) antes que ellos, más de 900 personas también lo hacían. Es posible enseñar que los valientes pueden hacer parte del día a día.

Desanima que el heroísmo se observe inalcanzable en una nación donde los pacifistas son asesinados, donde es fácil lavarse las manos saliendo impune y donde el valor de los actos está permeado de resultados monetarios e individualistas. Cada uno anda con su "que se jodan" y no nos damos cuenta de que cuando se joden unos, nos jodemos todos. Ahora que vienen las elecciones nos llenamos de esperanza con deseos de que el elegido tenga una personalidad tan fuerte que pueda sobreponerse al sistema y abstenerse de electrocutar a Colombia aunque otros se lo pidan. Parece difícil creer que esto ocurra al recordar que Lucifer fue primero ángel y que al frente del país hay otro Santo que le sucedió algo parecido. A pesar de eso no perdemos la fe, así como existieron Pastrana y Samper, también lo hicieron los Lleras.